En los últimos cuarenta años, la dotación de profesionales sanitarios en el Sistema Nacional de Salud (sobre todo en número de médicos) no ha sido suficiente para afrontar el incremento de la población protegida, el envejecimiento, la inmigración y el aumento y diversidad de las demandas de todo tipo (medicalización de la vida diaria). Desde los años de la crisis, la situación ha empeorado por la pérdida de puestos de trabajo y la precarización del empleo.
Diferentes instituciones (OMC, FADSP, Sociedades Científicas,…) y autores (González-López Valcárcel, Simó,…) han cuantificado la pérdida de puestos de trabajo desde 2012 en mas de 25.000 en el momento álgido de la crisis y alertado de la catástrofe asistencial que puede suceder si no se recuperan las previsibles jubilaciones masivas que ocurrirán en los próximos años. Se calcula que se jubilarán más de un 30% de los profesionales de atención primaria y hospitalaria.
Al aumento de la demanda hay que añadir una parálisis de la oferta, lo que conlleva insuficiencias de la sanidad pública que contribuyen a su desprestigio y al uso de servicios privados por las clases altas y por los funcionarios.
A pesar de eso, la sanidad española ha sido capaz de superar las dificultades para responder con una oferta limitada a una demanda creciente, como se demuestra tanto en comparación con otros países, como en las encuestas de opinión de nuestros ciudadanos
En la práctica, el éxito de la sanidad pública parece debido, en gran medida, a un sobreesfuerzo de los profesionales y a su elevada temporalidad y bajo nivel salarial en comparación con otros países europeos, lo cual ha permitido compensar los defectos del sistema, las deficiencias estructurales y la ausencia de liderazgo en los niveles de gestión y de organización profesional. Dicho esfuerzo se sostiene por la vocación de los profesionales, de dedicación al enfermo, a pesar de todas las dificultades.
La mala gestión de personal, crónica en el SNS, se manifiesta en que, aun habiendo más médicos contratados que nunca, están mal distribuidos, porque ha crecido cuatro veces más el número de médicos en atención hospitalaria que en AP; no se ha previsto el relevo para las jubilaciones masivas que se esperan en el SNS; porque no se han mejorado las condiciones laborales para evitar la emigración de especialistas españoles y porque no se ha rebajado la nota de corte en las facultades de medicina ni se han incrementado el número de plazas MIR para absorber a los que se gradúan. Paradójicamente, en algunas áreas de salud con problemas para cubrir plazas, se sigue recurriendo a médicos extranjeros sin titulación especialista homologada.